MÍNIMA ENTROPÍA
El concepto de entropía ha sido, desde su
misma aparición, éxito de taquilla.
Con una actitud virósica ha contaminado,
desde su lugar de nacimiento (los sistemas cerrados de la física), todo lo que
lo rodea, desde lo más cercano -la física, justamente, lo lleva hasta los
confines del universo- hasta las disciplinas más lejanas, como -por ejemplo- el
psicoanálisis (Freud no pudo evitar la fascinación de un concepto que parecía
poder abarcar todos los espacios de saber).
Lo cual seguramente ha tenido bastante que
ver con su posición respecto de otro concepto fundamental para el pensamiento
de occidente: desde una física que se instala en un campo atravesado (se sepa o
no) por la metafísica que la marca, la entropía viene a sustentar -llevándola a
una especie de versión definitiva- a la noción de equilibrio.
El desorden absoluto y total, al punto de
que todo intercambio (y transformación) energético sería imposible, es el
estado (y el momento) en que el equilibrio reinaría por doquier, en un universo
indiferenciado e indiferenciante.
Forma tanática que Freud captó rápidamente
como asociada a lo que se denomina "aumento de entropía" y que
parecía el destino inevitable e irreversible.
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Estoy en casa y soy un tipo desordenado.
(Gabi, mi pareja, también, de un modo
completamente distinto.)
Sin embargo.
Ese desorden -inevitablemente- plantea
regiones diferenciales, microsistemas que hacen que el sistema que los contiene
forme constelaciones que se alejan de esa equiprobabilidad (a la que se ha
denominado desorden) en la que estarían sumidas.
De pronto, me encuentro con que eso que
parecía tender irremisiblemente a un estado de entropía máxima, genera zonas
diferenciales, lugares que "se alejan del equilibrio" (diría
Prigogine) en los que algo (un libro que necesito) tiene -lo sé- una
probabilidad de ser encontrado mucho más alta que en otros.
Entonces.
Recuerdo, acto que también se sitúa
-quizás- del lado de la entropía negativa, uno de los maravillosos metálogos de
Bateson:
(...)
Padre: Efectivamente.
Veamos ahora qué es lo que tú llamas "arreglado". Cuando tu
caja de pinturas está colocada en un lugar ordenado, ¿dónde está?
Hija: Aquí, en la
punta de este estante.
P.: De acuerdo. ¿Y
si estuviera en algún otro lado?
H.: No, entonces no
estaría arreglada.
P.: ¿Y si la ponemos
en la otra punta del estante, aquí?
H.: No, ése no es el
lugar que le corresponde, y además tendría que estar derecha, no toda torcida,
como la pones tú.
P.: ¡Ah!... en el
lugar acertado y derecha.
H.: Sí.
P.: Bueno, eso
quiere decir que sólo existen muy pocos lugares que son "arreglados"
para tu caja de pinturas...
H.: Un lugar
solamente.
P.: No, muy pocos
lugares, porque si la corro un poquitito, por ejemplo, así, sigue arreglada.
H.: Bueno... pero
pocos, muy pocos lugares.
P.: De acuerdo, muy
muy pocos lugares. ¿Y qué pasa con tu osito de felpa y tu muñeca y el Mago
de Oz y tu suéter y tus zapatos? ¿No
pasa lo mismo con todas las cosas, que cada una tiene sólo muy, muy pocos
lugares que son "arreglados" para ella?
H.: Sí, papá, pero
el Mago de Oz puede ir en cualquier lugar del estante. ¿Sabes una cosa? Me
molesta mucho, pero mucho cuando mis libros se mezclan todos con tus libros y
los libros de mamá.
P.: Sí, ya lo sé.
(Pausa).
H.: Papá, no
terminaste lo que estabas diciendo. ¿Por qué mis cosas se ponen de la manera
que yo digo que no es arreglada?
P.: Pero sí que
terminé... precisamente porque hay más maneras que tú llamas
"revueltas" que las que llamas "arregladas".
(...)[1]
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Rosana
Storti produce dos gestos simultáneos, en dos planos de visibilidad (y también
en dos niveles significantes) distintos.
Por un
lado, el más inmediato, ya que es el lugar de visibilidad de la obra, de lo que
se muestra en la muestra y que me llevó a la pregunta por la entropía o, mejor,
a preguntas que involucran -de modo desplazado y con extrapolaciones que ningún
científico querría avalar- a la entropía o -en todo caso- a lo que ese concepto
ha posibilitado.
Preguntas
con o sin signo de interrogación.
Preguntas
por el estado de cosas y los estadios (hasta en su significado vinculado a los
deportes) diferentes que puede ser una "casa", los modos en que ese
espacio (ámbito no meramente físico) se (o podría hacerlo) reconstruye, su
tendencia entrópica o inercial y los lugares que provocan un alejamiento del
equilibrio.
¿Qué hago
con la ropa sucia? ¿Y la limpia?
Alguien
va a decir que esas preguntas no tienen que ver con la entropía sino con la
ignorancia de la dinámica de una casa (de un hogar).
Sin
embargo, tal vez no hacerlas cada vez que se hace una pila de ropa planchada o
un bollo de ropa para lavar es el síntoma de una caida inevitable hacia un
lugar de entropía máxima.
¿Qué hace
Storti con la ropa?
¿De quién
es esa ropa?
¿Cómo es
que esas pilas de ropa, esas plantas, ese inodoro, el baño mismo -lugar más
íntimo que el dormitorio- han recorrido un viaje tan largo hasta el MAC?
Viaje más
largo en el tiempo que en el espacio, seguramente. Porque han tenido que
desandar un destino entrópico para volverse significantes a partir de ese mismo
destino.
Sí, el
arte contemporáneo.
Ese lugar
que no sabemos bien qué es, pero que nos da la posibilidad de estos viajes
(viaje como desplazamiento, corrimiento que no involucra un trayecto espacial).
Y Pitu
(ahora que estamos tratando temas hogareños, familiares podemos llamar a su
autora Pitu, como le dicen sus allegados) se coloca allí, para darse cuenta de
que tiene un montón de cosas desordenadas; para saber que el componente
obsesivo puede hacer algo más que pésimas publicidades de productos de limpieza.
Por el
sólo hecho de estar ahí.
Pero
porque estar ahí se torna des-habitual, des-habituado desde una mirada que las
reclama para rescatarlas del lavarropas entrópico.
Y aquí
aparece el segundo gesto.
Storti
(volvemos a la distancia que da el apellido) trabaja la casa (en tanto
representación) desde hace tiempo.
Con
maquetas.
Lo que
ocurre en esta muestra, en ese nivel de discurso sobre la obra misma que parece
ineludible en los trabajos contemporáneos, es que las maquetas se ampliaron,
empezaron -improbablemente- a aumentar la escala (no físicamente tal vez, sino
en ese espacio de producción que llamamos mente) hasta devenir el espacio mismo
que mostraban a escala.
Inversión
rigurosa del mapa del reino de Borges.
Paso o
hiato entre dos modos de representación.
Pero,
sobre todo.
Resistencia.
Alejamiento de ese lugar -el lugar- entrópico, inercial que acecha
-constantemente- a todo artista: quedarse en la comodidad de lo transitado, de
lo conocido, tranquilizador y familiar.
Allí, ese
gesto se une al anterior: ambos se sitúan en esa lucha -desigual si las hay-
contra un modo de mirar que transforma todo en indiferencia.
Roberto
Echen
Rosario,
1 de julio de 2012
[1] Bateson
Gregory, Metálogos, Metálogo: ¿Por qué se revuelven las cosas? en Pasos hacia
una ecología de la mente, pp. 30,31. Ediciones LOHLÉ-LUMEN, 1998.
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